viernes, 23 de julio de 2010

Víbora

Que el POLIEDRICISMO es una víbora, luctuosa y atrevida, enroscada en 8, enrevoltijada en 9, picaresca y seductora en 10, 11 y 13. Así hasta contar setenta veces siete, sean sus acertijos, dientes y escamas bonita comedia diospatriayhogar, y ah, que se muerde la cola para así poder verse la espalda.


Sediciosos colegas:


¡Atacad, roed, cercenad! Apuntad la voluntad (de guerra, de duda y la certera persecución del éxtasis y la gloria) ahí donde se empecina el cosimiento, la cosedura y la costura, ahí donde pretende cerrarse el borde. Antes o después: no hay diferencia. Hacer estallar los límites, pretender una religión del ocio, sacralizar una existencia enamorada y pagana, entornar la vista y la altura (o bajeza) de miras hacia la diversión indiscriminada, efímera y sucedida (diéndose).


Todas éstas: aspiraciones del vividor, del artista, del criminal, del loco. Asaltar las categorías estandarizadoras en un acto verdaderamente pirata y saboteador * encaminarse a la devaluación completa de la geometría (y de la geometrización de la naturaleza y conciencia de), de la economía, del golf y del amor encarcelado * asegurarse un lugar aventajado la noche indiscutible donde ha de levantarse un reptil monstruoso y despiadado babeando sensualidad nueva * afilarse los colmillos saboreando el vino negro del conspirar contra BABILONIA * amanecer cegado por la belleza de las ruinas y sus hijas locas.


Más que un movimiento una actitud. Más que una vanguardia (pero mucho más): un estilo de vida, una disposición estética, una interrelacionalidad mística y deliberada; un embrutecimiento hasta el simio, una secta de truhanes y brujas, carnavalidad-disparate y praxis animal. La única vanguardia posible es la vanguardia espiritual, una guerra santa y un complot, productos sexuados de una subversión verdaderamente endemoniada: pues ya no puede creerse en nada caucásico. Una voluntad súpernatural, divina; una presencia criminal desenfrenada e ilimitada a por el rescate y la reconquista de la belleza, dirigida a exterminar y deshacerse del arte en su forma formal de entretenimiento a la familia burguesa y seudoburguesa posmoderna, todo cuanto hará reventar vuestros museos y supermercados, pacotilla de comodidad tuerta.


A la esterilidad de la producción, el progreso y el cáncer: una conciencia errática, golosa y emborrachada de su propia curiosidad. La creatividad (así como la neotenia) será herramienta del reencuentro con una animalidad amante: basta ya de relaciones mercantiles e instrumentalidad explotadora. ¿Al uniforme civil y la tiranía del reloj? Pestes plagas maldiciones. No nos ocuparemos más de la personificación urbana ni de serle útil a ninguna sociedad. Ninguna bandera saciará nuestras ansias de aventura. Reconoceremos nuestro espíritu desordenado y caótico, y no pretenderemos ya estar encerrados en un solo cuerpo.


La gran obra del gran arte será el entender la naturaleza poliédrica y polimorfa de la realidad que no es más que entrelazamiento de una Venus amante y un Ludo juguetón (amparados en la abundancia de la mar y de Caos). El POLIEDRICISMO es un plan de fuga donde sólo una ética de admiradores y héroes paganos concebirá un estallido de maravillas y peculiaridades que abrirá paso a un nuevo entendimiento de la naturaleza y de nuestro rol de hijos amantes y charlatanes traviesos y deslenguados.

Desatar a la bestia hará parir plantas mágicas por entre los muros grisáceos y los cubículos individuales de la metrópolis cuadriculada. El POLIEDRICISMO es sólo un método, una disciplina terriblemente pagana y sacra, camaleón estampado en la locura primitiva ahistórica tramando, conspirando, elucubrando: desnudarnos de la ideología humanocéntrica-tecnocrática-exobiótica (sólo entendible bajo una conciencia satánica y una condición de vidente POLIEDRICISTA, una alquimia del Juego) y entender la dimensión y la naturaleza POLIÉDRICA de la correlación sensual del Caos en nuestras percepciones cientificoides.


Já.


Patrañas para desentrañar la verdadera patraña. Hagamos magia y doblémonos hacia atrás, los dientes apelotonados envenenarán las buenas lenguas y carcajearemos una melodía maldita y encantadora. Emborrachar la vista, curtirse la piel a fuerza de sal y tierra y execrando sonsamente cualquier atisbo de cosmética y moral humana. Encontraremos la felicidad circunstancial, bruta, en el desenvolvimiento (el atropello de la liberación) de nuestra animalidad más bestial. Nos desentenderemos de la personalidad humana individual, seremos tribu.


Amigarse con los mocos es un proceso revolucionario.


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PS: Pueden leer Víbora en su edición e-book por La Picadora de Papel aquí.


XX

domingo, 28 de marzo de 2010

Posición O


La primera noción de la contingencia política que tuve esta vez del país apenitas llegado, a mediados de febrero, fue un comentario que me hizo un viejo conocido en su taller en el valle de Azapa sobre lo que llaman el gabinete de Gobierno. Era según él la noticia más fresquita en esos tiempos: Piñera había designado para ser sus más fieles secuaces a “puros tecnócratas”. Sin contar mi carcajada interna por lo que me parecía una peculiaridad discursiva insospechada por parte de mi anfitrión, el pequeño vistazo que pude echar a los medios oficiales de domesticación en sus formatos más saturados (titulares de diarios y noticieros televisivos) me confirmó la noticia, y de paso acabó con convencerme de que la tecnocracia ya no era solo tema de literatura conspirativa paranoide sino que tema de mesa. ¿Los que mandan? Tecnócratas, hijo.

Eso, y también los berrinches de los antiguos regalones del Poder. De tanta risa llegaban a dar pena las alharacas y pleitos de los mafiosos de la Concertación. Muchos, muchos años habían estado apernados en sus asientos, atornillados, completamente asegurados: rechonchitos y contentos, saboreando sus puestos privilegiados, sus sueldos millonarios, sus voluntades poderosas decidiendo por las demás, sus arreglines y sus truculencias. Mala cueva. De alguna manera que no logro precisar mediante el uso de la razón cartesiana instrumental, la gente pareció darse cuenta por un momento (el momento preciso, mal por ellos) de que la Concertación no era más que una manga de bandidos de corbata y les paró la mano. No atribuyo motivación política alguna más que el hastío profundo, una suerte de desencanto y cansancio histórico sazonado con la sutil convicción de que en la variedad tal vez pudiese haber un gusto.

Sea como fuere, esta vez se dio vuelta el plato y los aperados de la Concertación se quedaron sin su parte de la mustia torta del Poder. En su lugar, las anquilosadas y siniestras ambiciones políticas de la derecha despertaron con la sonrisa recién enchulada, a instalarse en los lujosos sillones aún tibios desde donde ahorita pueden gozar del Monopoly de carne y hueso. Cambios de mando, acrobacias faranduleras por doquier y traspasos de varios ceros de unas cuentas a otras. Su apretón de manos y aquí no ha pasado nada mucho.

Lo tragicómico del asunto es apenas la evidencia de la etérea integridad de la ideología política actual. Por obra y gracia de la versatilidad mediática, “malos” y “buenos” rotan en sus puestos, y ahora la Concertación que era EL GOBIERNO resulta que se ha transformao en la Oposición. Claro, porque antes eran ellos quienes tenían el toro por las astas y decidían todo, pus. En cambio la derecha -representada por el conservadurismo, el Opus Dei y la Iglesia, el poder económico neoliberal (aunque en este punto convergen todos, del color que sea) y, por último, el apoyo a la tiranía militar de las dictaduras latinoamericanas gracias a las cuales erigieron sus privilegios-, en un mundo coloreado por los sucesivos gobiernos concertacionistas, devenía oficialmente en el imaginario popular de la muchedumbre chilena en “los chicos malos”. Solían ser la Oposición, el sector político que estaba en contra de los dictámenes del gobierno. Ahora que se invirtió el horizonte político (supuestamente) es la derecha lo Oficial y la Concertación se le Opone.

¿Se le opone? Cuando Parra tomó tecito con la esposa de Nixon fue un acto político. Su obra de arte transmutando la Realidad, estirando el elástico hasta lograr un travestido imaginario social donde la voz supuestamente opositora coqueteaba con el enemigo en alguna lujosa mansión de este mundo con bling bling. Lo mismo los apretones de mano de los políticos. Imagino a Piñera & Co. transando algo innombrable con sus amigotes del otro partido en una mesa repleta de merca, de armas, con guardaespaldas y chicas (y niños...?), cagados de la risa, hueviándose a lo chileno de que la puro vendiste jajaja y la hueá. Será tal vez porque lo habré visto en las películas, no es que me hayan invitado, claro.

Dejando de lado la challa, desde los Chigago Boys que este país es siempre I G U A L. La política apocapitalista neoliberal ha hecho siempre lo mismo, de figurín en figurín cada uno ha cumplido fielmente los sagrados mandamientos del Capital. No ha habido ninguno de ellos que no haya dado poder absoluto a individuos privados sobre recursos naturales que no le pertenecen a nadie y sin embargo son de todos; todos han preservado y “mejorado” el mismo sistema de inequidad trabajar/consumir/morir; todos han perfeccionado sus artes represivas y han torturado & asesinado(1); todos han hecho tratados de librecomercio que les han convenido solo a ellos, etc. Piñera no será la excepción, claro. Seguramente que hará todo más rápido y más piola (tiene experiencia, y además posee los medios como para que creamos cualquier otra cosa), y a mi parecer seguro que estará todo más policialmente “ordenado”, pero tampoco es que cambiará mucho la cosa. Según como lo veo, si Oposición y Posición pueden rotar así no más como si no fueran dos cosas distintas y sin embargo se mantenga todo igual, muy distintas no han de ser.

Varias veces he leído o escuchado a gente de toda alcurnia sociopolítica lamentarse de los millones de -en su mayoría- jóvenes no inscritos para votar. El discurso es tan igual que yo creo que lo dijeron mucho en la tele. Se supone que es un acto de egoísmo y de ingenuidad: ya “así es la vida”, la única forma de “cambiar el mundo” (es decir, que cambiara el Sistema, obviamente no el mundo) es votar para que la Posición sea este apellido o el otro y la Oposición algotro. No estar inscrito, dicen, incluso te quita el derecho a criticar el Sistema. Como dijo alguna vez la María Música, votar es como que te digan: “¿Quieres comer tallarines con salsa o tallarines con huevo?” ¿Y si resulta que no me gustan los tallarines? ¿Y si resulta que no tengo hambre?(2) De acuerdo a cómo hacen el mundo desde arriba, no puede existir ningun otro imaginario ni posibilidad política fuera del Sistema. Sin embargo, no votar es una declaración política, es negarse a perpetuar el actual sistema de estandarización de la vida porque no se tiene, políticamente, ninguna intención de participar en él. Para muchos millones de habitantes, no existe ninguna opción de vida deseable dentro de los ofrecimientos (obligados) del sistema binominal y la vaina ésa. No votamos porque estamos en contra, porque en realidad somos nosotr@s quienes nos Oponemos.

La verdadera Oposición (la posición O) no es una pandilla de políticos rotante, somos todos quienes desde cualquier perspectiva política, ideológica, social, intelectual, emocional e incluso visceral no sentimos representación ni simpatía por el rumbo de las cosas y no nos sentimos obligados a sentirla. Todos quienes conocemos, hemos leído, imaginado, ideado o incluso construido formas de vida, de organización de la vida, diferentes. Diferentes y posibles, completamente diferentes y practicables. Algunas con más claridad organizativa que otras, miles de maneras diferentes en que bestiecitas humanas como nosotros pudiésemos relacionarnos de otra forma, una forma que no tiene definición común, que es distinta y particular de cada individuo o conjunto, pero que de alguna manera se encuentra vinculada en la raíz de la oposición: para millones de nosotros la vida (y todo lo que hay en ella) no es mercancía. Muchos de nosotros creemos porque así lo sentimos que es completamente posible compartir en lugar de competir y vender; desalambrar en lugar de acumular y privar; disfrutar de la naturaleza en lugar de explotarla; liberar en lugar de prohibir.

La Posición y la Oposición han ninguneado e infantilizado nuestra posición O hasta hacerla imperceptible, un fantasma romanticón indeseable e inofensivo, porque no ven, o se niegan a ver, que la oposición es una práctica, no una mera teoría: somos capaces de hacer lo que nos plazca, sabemos que en nuestro mundo no son ellos los que mandan. El trueque, el intercambio de regalos, las economías autosustentables (tu propia huerta, por ejemplo), la toma, la okupación, el levantar tu propia casa, la vida en comunidad, las relaciones no-propietarias entre amantes, la erradicación de las jerarquías, la vida nómade, la autogestión, etcétera, nos pertenecen, desde siempre. No solo estamos opuestos al Sistema en época de elecciones ni tampoco solo a nivel de texto, sino que estamos en la calle, en el grafiti, en el afiche en la pared, en los fanzines, en los libros, en la prensa independiente, en la música, en la biblioteca popular, en las radios libres, en el jodido internet. Nos oponemos a Piñera tal como lo hemos hecho con todos los demás, en la práctica de emprender una vida que sea de veras propia. Cada cual sabe cual es la suya, y es ideal que así sea. La posición O es compleja y múltiple, es ilimitada, pero es la única que nos queda. Y siempre, siempre nos gusta más.



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(1) Mauricio Vásquez, septiembre 1992. Raúl González Órdenes, octubre 1993. Francisco Díaz Trujillo, diciembre 1997. Norma Vergara, 1993. Ignacio Escobar Días, diciembre 1991... y un largo etcétera. Ver lista completa en http://todosnuestrosmuertos.blogspot.com/2008/08/listado-de-asesinados-en-democracia.html/

(2) La estudiante secundaria María Música le lanzó un jarro de agua a la entonces ministra de Educación cuando ésta no respondía sobre el estado de l@s adolescentes detenidos y golpeados, en el marco de lo que llamaron “Revolución Pingüina”, hace algunos años.



domingo, 21 de marzo de 2010

La ecuación del amor


Hay que darle la vuelta al cuento que no cesan de contar:
No son príncipes azules los que nos pueden salvar,
sino el dragón de la cueva que vive en cautividad.

Extraído de El asalto al Hades,
de Casilda Rodrigáñez,
donde también figura como epígrafe.



La educación sentimental de lxs señoritxs, remitida a sus variantes más lúdicas y colorinches (esto es, la literatura infantil clásica), se aparece plagada de dictámenes morales y sentencias que configuran entendimientos amorosos y de mundo que en su mayoría perpetúan y reproducen el modelo de familia nuclear monógama y las relaciones de propiedad entre amantes. No sólo a Caperucita se le prohíbe conocer el bosque (donde merodea el Lobo Feroz, en lo oscurito) y se le traza un camino de virtud ineludible, sino que el apartarse de la “buena senda” representa, en este imaginario sentimental, el extravío en un sinnúmero de calamidades e infortunios que pudieran apartar a Caperucita de la que pareciera ser la meta de las chicas de cuentos: el contraer matrimonio con algún príncipe alucinado.

En la desaparecida cultura Selk’nam, en la Patagonia, el Patriarcado fue instaurado violenta y brutalmente (como de costumbre): los machos recién llegados al poder asesinaron a las mujeres promiscuas (es un decir para “libres”) y condenaron a las niñas a las labores domésticas y al servicio del hombre. Había llegado la Ley del Padre. A las niñas se les contó que en el bosque habitaban los Yosi, niños-bestias cubiertos completamente de pelo, armados de un enorme falo, que harían de ellas sus bajas delicias, y que se supone serían los hijos de las madres asesinadas que huyeron de la tragedia. Moraleja: no vayas al bosque. No vayas al bosque, que está el lobo, que está el Yosi, que porai anda el Trauco.

En el contexto narrativo medieval, una princesa sólo sale del palacio de su celoso padre para entrar en el de su celoso marido. Bueno, a veces también ocurre que el dragón las rapta. El papel de las chicas, en estos casos, consiste en nada más que esperar. Esperar a que llegue el macho –quien sí que sale y sí que juerguea y sí que tiene aventuras– a salvarles de la bestia lujuriosa, para desposarla y depositarla suavemente en su palacio personal, donde ha de quedarse a criar sus niñxs mientras el guapo continúa sus andanzas. A esta parte de la historia se le llama “y vivieron felices para siempre”. En el contexto invariablemente menos glamoroso de hace unas cuantas décadas, las mujeres paraban la olla haciendo malabares, pariendo unx tras otrx, esperando a que el marido llegara borracho a golpearlas y a embarazarles nuevamente a la fuerza. En ambos casos la historia es la misma: la ecuación del amor clásica –la niña bien y el vagabundo– se aparece violenta y hasta maldita, sentencia de un modelo relacional perpetuado desde la más tierna infancia.

Esto porque no se considera que más allá de los bonitos bordes de la ley, la relación en realidad es un triángulo amoroso (aún cuando los horizontes amorosos que plantea el dragón van más allá i mucho más allá de las jaulas relacionales del amor). El dragón, el lobo, el niño-bestia y el enano-sátiro también pretenden a la doncella, alumbrando un desconocido y sinuoso camino. De hecho, la historia de Caperucita es inconfundiblemente erótica. Si el lobo hubiese querido, se la hubiese zampado allí mismo donde la encontró. Por algo la llevó a la cama. El dragón y la serpiente, lúbricas bestias de Caos, representaron la sexualidad libre de la mujer y las fuerzas desatadas de la Naturaleza por miles de años antes de la irrupción de la Ley del Padre y aún hoy despiertan sospechas pacatas y aparecen malditxs a los pies de María la siempre virgen. El reconocer nuestra naturaleza amante y golosa, más allá y mucho más allá del molde de relaciones patriarcal, acercará nuestros corazones ingobernables a los desconocidos bosques de lo oscurito, y abriremos la ecuación del amor a la infinita multiplicidad de horizontes amatorios que nos espera con la sonrisa y la lengua abierta.




viernes, 19 de marzo de 2010

Bonobo Rey

Que el chimpancé es territorio y el bonobo tan sólo tiempo.
El bonobo nunca es yo, es siempre ahora.
Suerte de Manifiesto Bonobista


Bonobo es una forma de ser, el bailoteo sonrisón de la vida en circunstancia. Bonobo también es pan paniscus, el primate más cercano al hombre según lo entiende la ciencia; esto es, genética y categoría.

Si nos ceñimos a esto pronunciaremos con soltura y brava voz que el bonobo, recientemente descubierto por el lente humano, ignorado, inimaginado, comparte muchas más cosas en común con nosotros que el anterior candidato a la ascendencia, el chimpancé común, simplonamente pan troglodytes. A saber: primeramente denominado chimpancé pigmeo, el bonobo es un simio juguetón, de largas piernas y orejas cortas, y que comparte el 99,8% del genoma humano.


Si a esto le sumamos una relación social basada en el entendimiento a toda prueba, camaradería y carcajadas a granel, es que entonces el bonobo ya está aquí, rasga nuestras vestiduras, y nos invita a escondrijarnos, a olvidarnos a la deliciosa lejanía, al calor voluptuoso y carnavalesco del Zaire, allá donde en África sólo se sabe gozar.

La sociedad bonobo es, por supuesto, matriarcal. A diferencia del chimpancé, no conoce la verticalidad, ni la jerarquía, ni el desenvolvimiento a golpes. Vadea ríos e incluso canturrea, si le viene en gana. Niños y adultos se codean no ya por lo bajo, sino al descaro mismo y compartiendo constantemente alimentos y aventuras; las chiquillas en flor suspiran encantos, y aquellos jóvenes mozos las observan con ojos que no adivinan más que el enamorarse.

Todo nace y florece en África. La vida es dulce, y corre de la mano del primate que te abraza a medio camino de encontrar los frutos mágicos y beber del jugo que hace transpirar la tierra. Nunca supieron de la guerra de los chimpancés –siempre tan en busca de aquello que sólo consigue irritarles–; nunca supieron de los hombrecitos tímidos enviando maquinarias a robar energía allá donde habrá que asesinarlos para conseguirlo.

La paz no es, por fin, aquella fúnebre y grisácea estación inmóvil entre dos guerras. La paz es un estado de conciencia, y el bonobo lo sabe. Y, como ha de ser, pues, se relame ante ella.

Así como se asemejan, así también son uno y el otro. El chimpancé asustado berrea y se sacude en violencia si es que la casualidad amordazada se le aparece en sustento y comida –bien podría ser carroña–: “nadie se me acerque, han oído ya esto es mío, tú no querrás probar mi furia”. El bonobo, por el contrario, encuentra regalos bajo las piedras y entonces, henchido e ilimitadamente feliz, corre a buscar camarada a que se repartan juntos la dulzona picardía de los frutos prohibidos del paraíso africano. Se rumorea que es entonces cuando estos amiguetes revoltosos harán estallar la magia y será también entonces cuando sabremos su secreto:

Pues el sexo.


Nada más sencillo. No es un secreto para nadie que el sexo es la actividad predilecta del ser humano. Embellece y nutre la carne, arranca suspiros allí por donde se practique, y además es saludable en cuanto las sonrisas que despierta desintegran y anulan cualquier vestigio de depresión urbana-productiva amparadora del cáncer del progreso.

Tanto el humano como el bonobo son los únicos mamíferos etiquetados ya con el celo permanente, y es entonces que, si bien los seres humanos intentamos a toda costa convencernos de que hay instancias y lugares determinados para el específico acto y entendemos la sexualidad como un capítulo sellado y estéril dentro del estándar del acto sexual y sus sucedáneos, el bonobo, que no entiende de matemáticas y que sinceramente tiene mejores cosas en qué pensar, se entrega al mandato incuestionable del deseo y la coquetería como reales y primarias relaciones sociales.

A toda hora, a cada circunstancia, es posible embobarse en el espectáculo amoroso que ejecuta el bonobo desde que el cuerpo vitorea caricias.

Lo hace todo: masturbación, penetración, contacto oral, orgía. Los machos intercambian alimentos sellando pactos de amistad mediante la frotación de sus genitales; las hembras se entrelazan entre el verdor del trópico estableciendo relaciones horizontales de hermandad y simpatía. Contrastando con el chimpancé, que irradia agresividad y abandona sus frustraciones sexuales en esporádicas uniones de verdadera dominación, el bonobo se abraza y vive en comunidades pacíficas donde no hay cabida al egoísmo ni a la guerra.

Se aman. Constantemente.

Y hay más. Sólo la hembra humana y la bonobo –recordemos que somos parientes entrañablemente cercanos– tienen la vagina adelante. Los demás mamíferos del reino animal (bonita etiqueta, ¿eh?), al tener las hembras la vagina situada al reverso, copulan como todos sabemos lo hacen los perros. Incluido el chimpancé.


El bonobo, en cambio, además de adoptar todas las posturas sexuales imaginables, lo hace cara a cara. Y, como diría Susan Block, estudiosa de un _____ de bonobos en cautiverio desde hace ya ______, cuando se aman así son “como practicantes de sexo tántrico, o como dos personas profundamente enamoradas”. Y como tales, se miran directamente a los ojos y se besan lánguidos y acaramelados.

Los bonobos son extremadamente agradables. Cuando no están acariciándose o compartiendo alimentos se dedican al ocio, a la contemplación y al juego. Poseen un lenguaje único y complejo que la ciencia humana ha categorizado como “capaz de reconocer más de 400 pictogramas”.

Como no temen al agua, no delimitan territorios ni por supuesto deben matarse para conservarlos intactos. Son nómadas y aventureros. Así como los enfurruñados chimpancés protagonizaron desde 1930 una extraña guerra en la cual las diversas tribus se cazaban la una a la otra, los bonobos en ocasiones se reúnen por centenares con tribus repletas de desconocidos para aullarle a la luna y desdibujar las tensiones con espontáneas y dulces sesiones de amor colectivo. El chimpancé es caníbal y brutal. El bonobo es vegetariano, e irremediablemente pacífico.

Por supuesto que la naturaleza es sabia. La superpoblación parece ser un problema, pero realmente no lo es. Sólo el ser humano concentra enfermizamente la vida en campos de trabajos forzados, expandiéndose así como plaga, y adoctrinando a las demás especies subordinadas a la hiperproducción y a la superpoblación. Así es como se extienden las plagas de palomas, ratas, perros, conejos e incluso castores tan sólo en territorio chileno, eso sin mencionar que los mismos humanos se reproducen a un ritmo vertiginosamente dañino para la biodiversidad.

En el estado salvaje existe una extraña compensación. A pesar de que los bonobos se menean en un ritmo sexual que supera diez veces la actividad ídem del chimpancé, y casi mil la del gorila, su reproducción es armoniosa, y por supuesto no se desbordan de los mapas. Es común que una hembra adulta dé a luz a una criatura cada cuatro años, aproximadamente; esto sin contar abstinencia, ni recato, ni interrupción coital, ni el empleo de maravillas tecnológicas como el suministro de drogas hormonales para controlar sus ciclos reproductivos o el tener que enfundarse incómodamente un armazón de látex en el miembro viril para intentar detener el incesante fluir de la vida.

Simplemente se enroscan y se enredan, desterrando cualquier tentativa de agresión, y sustituyendo la competitividad por el esparcimiento y el compañerismo. Todo esto sin dejar de hacer el amor a cada sonrisa de la tarde. Es probable que el ser humano se halle confundido. Tantos y tantos años intentando conquistar galaxias lejanas y apoderarse de aquellas baratijas diarias que de tanto encandilarle le han hecho creer son el Oro, debiendo hacerse cómplice de multitud de inescrupulosos y vergonzosos medios para lograr tan siniestros fines, le deben de haber nublado un poco el seso. Tan animal como el bonobo, parece haber olvidado aquellos nexos cálidos que reconocen la fertilidad como una circunstancia amiga y amparadora de la armoniosa distribución natural de la vida, donde cada pétalo, cada flor, y cada insecto que la poliniza y le hace gozar –pues esto también es hacer el amor– se interrelacionan y no hay cabida al desorden reproductivo, ni a la escasez, ni al aborto.

Parece haber desestimado y ninguneado una sabiduría ancestral que, puesto como les gusta oírlo, está en los genes, y sistemáticamente se ha ido hundiendo en una larga y tediosa pataleta chimpancesca que indudablemente le ha arrojado a pretender que la única y eficaz manera de controlar su natalidad es a través de la moralización y censura de la sexualidad latente, demonizando el encuentro afectivo condicionado por sus consecuencias venéreas, enfermas, y generadoras de vida no deseada, siendo que la “sociedad” bonobo demuestra como se quiera que la gestación y el brote, la conservación de la especie, está en el ejercicio sano y limpio de la sexualidad plena.


Sea como fuere, el bonobo es rey. Y la vida le seguirá sonriendo y dándole el visto bueno a su estilo de vivirle, si es que la gula imaginaria del humano no acaba de exterminarle del carnaval del Congo (lamentablemente se le considera en peligro de extinción, puesto que se paga suculentas sumas por su carne, considerada un manjar para paladares exóticos. Actualmente se estima que bailotean alrededor de 10.000 bonobos en estado salvaje, más unos cuantos miles más en cautiverio).

El bonobo, pacífico, coqueto, juguetón y enamorado, es un ejemplo para la humanidad.

Habrá que abrirse paso entre la foresta para contemplarlo en su gloria. Parece haber vencido una batalla que hoy muchos sueñan con empezar a pelearla. No chillará ni enseñará los dientes cuando nos descubra observarle boquiabiertos; es probable que nos invite a desmantelar el estrés y a seducir el encanto de la sonrisa femenina y machota.

Hoy por hoy, humanos y chimpancés se desencajan los sesos buscando la manera de encontrar la maña para hacer cada vez armas más grandes y poderosas. Y el bonobo tiene el pene bastante más largo que el humano y las pretensiones de sus pistolas y su guerra.



domingo, 14 de marzo de 2010

Primer comunicado de la Organización de Niñxs Salvajes contra la Adultocracia


prohibieron la risa, prohibieron el baile.
prohibieron los colores vistosos, el juego, el amor.


justo antes de esto fue el momento infame en el que secuestraron a nuestras madres i las condicionaron i estructuraron para servirles i servirles, adoctrinándolas a la sumisión i al encierro. todo esto sólo para satisfacer sus propios intereses.

no pudimos hacer nada. nada entendíamos de violencia ni de egoísmo. algunxs lograron escapar i se volvieron aún más bestias, se erigieron seres mitológicos, maravillosos i olvidados. en realidad, poco i nada sabemos de ellxs, prohibidos i sentenciados al olvido por la nueva Ley del Padre.

lxs que quedamos, la gran mayoría, fuimos, tal como nuestras madres, uniformados i domesticados. se inició la era del trabajo, i los niños salvajes debíamos de convertirnos en ciudadados funcionales a la tecnocracia, que sugería -imponía- una existencia dedicada a alimentar la codicia de algunxs pocxs, mediante la capacitación especializada i una deliciosa temporada en el infierno del estruja i aprieta.

se nos convenció de muchas cosas, i mucho tiempo pasó como para llegar realmente a creerles. de ser traviesos, juguetones e impredecibles, pasamos a ser automáticos, pálidos i angustiosos. nuestras inquietudes fueron violadas en pos de las banderas tuertas del progreso que nunca llegó i nunca ha de llegar.

todo esto fue cuidadosamente ocultado. las chicos salvajes que lograban percatarse del engaño fueron ajusticiadas según el concepto de justicia instaurado por la adultocracia. esto es: fueron silenciadxs i en muchas ocasiones se les dio caza, tortura i muerte.

pensamos que nunca saldríamos de la triste condición de chicas sentenciados a la adultez.




***
ha llegao la ONSA a buscaros, chicas perdidos. desde hoy huiremos de la personificación categorizadora de BABILON. desde hoy haremos tribu carnaval amor i caos.

ahí, dentro, más allá de las entrañas i los límites, hay algo vivo que nos llama, algo que es más fuerte que la ideología i la domesticación. hay un deseo que muerde, que grita una felicidad ilimitada e incorregible.

llegaremos a Nuncajamás, a Croatán, a Poliedra.
allí seremos nuevamente libres i salvajes,
i la vida nos sonreirá con su cara de loca,
i la existencia será bella como la abundancia misma acariciándose las piernas.


la adultocracia caerá
i nada podrá detener la carcajada ingobernable
de los Niñas Perdidos



viernes, 12 de marzo de 2010

PACHAMAMI

Dios es una mujer de piel negra
es una mujer
A. DÁRGELOS


Nuestra herencia de sucursal cultural del Primer Mundo, resultado de incontables sucesos trágicos y sanguinolentos a mediados del milenio pasado, nos ha legado, entre muchas otras virtudes, los miedos y visiones de mundo (compilados en un maltrecho diccionario valórico impuesto por truhanes y sabelotodos) del especimen estándar de hombre adulto, blanco, judeocristiano, exobiótico y esclavista.

Muchos miedos vienen de por allá, creedme: las enfermedades (antes no se conocían), la oscuridad, las libertades ajenas, la vida sin gobierno, la ira de Dios, la promiscuidad sexual, la muerte. Etcéteras varias para una Europa hedionda a peste y, quién lo diría, pobre y triste como la fea del baile que era antes de Potosí y nuestras bellezas. Nosotrxs indigenitas, apenitas primitivos animaluchos sin alma, en ese entonces ni el abuso de sustancias conocíamos, ni acumulábamos miedos vaticinando eras de Orwell, ni de Huxley, ni de Ray Bradbury siquiera. Nunca anticipamos la alienación, ni la enajenación programada por tecnologías frígidas, ni el estrés, ni la anorexia. Solo nos cayó encima, como uniformes para Selk'nams, el miedo, mayúsculo, a la Mama.


Creíamos nosotrxs en varias cosas, cada cual a lo suyo, pero de pronto... ahí estaba: Dios un viejecito blanco de barba larga (de barba europea larga, nosotrxs lampiñitxs), rodeado de angelitos rubicundos y terribles. ¿El Diablo? ¡Cualquiera de nuestras representaciones estivales! A saber: Ya les había funcionado en Europa con Pan, el sátiro flautista, de ahí que el Diablo llegó a nuestras costas con cachitos y pezuñas. A nosotrxs nuestro Trauko, nuestros Xajras, nuestros Yosi: Malo malo malo. Dios la burocracia Real de la monarquía futurista higiénica de Occidente; el Diablo cochina y apestosa bestia, parida de la burdas entrañas de la Naturaleza.


Entonces instalaron sus laboratorios aquí, y sus campañas militares allá, y los lavatorios de cerebros por doquier. En algún momento de la estafa geográfica los sacerdotes mutaron a maestros y henos aquí a las bestiecitas del diablo comulgando junto a los rubicundos androides, todxs miembrxs de la misma marca. Total a estas alturas al Poder le daba igual el color del aceite humano. Quedamos sanitos-sanitos, sanitizados, sería mejor: personitas cristianitas, decentitas y tranquilas. Temerosas de Dios y de la Mama.


¿De la Mama? ¿Qué Mama?


Chile se quedó sin identidades, y todxs jugamos a vivir en el Norte grande... pronto, de las maravillosas profundidades de nuestros televisores cuadriculados, vimos emerger a la Bestia... ¡GODZILLA SE PARAPETÓ DETRÁS DE UN RASCACIELOS! ¡ENGULLÓ MILLONES DE PERSONITAS! ¡SE CARGÓ A TODOS LOS POTENTADOS! El mundo entero enmudeció, y no fue hasta que el jovencito lo destripó y se lo comió que no paramos de tenerle miedo a la Mama. King Kong, la misma vaina: gigantesco primate defensor de la Tierra se arrima a destruir nuestra civilización bendita. Está molesto, ruge, y sobre todo mata. Arrasa con los meros cimientos del Sistema, defeca en nuestros valores globalizados como la bestia peluda y grosera que es. Su halitosis huele al perfume de la Mama cuando se levanta. Su sola esencia nos horroriza.


Mientras los héroes de la neoliberalidad debatían el conflicto a golpes, nosotrxs en nuestras casitas cubiculares geométricas diseño lounge le hacemos asco a nuestros propios mocos, y enrollamos nuestros sueños en plástico reciclable para no contaminarnos con sus gérmenes subversores. Mapuches cristianos adorando al único dios que nos los ha robado todo.


Godzilla y King Kong, y Tiamat y Cai Cai, y Pan y los Yosi, recuperando su calma apacible en una guerra de naturalezas vivas y muertas. El miedo minúsculo agigantado del hombre blanco, escondrijado tras su ábaco, transmitido por coerción carnal a nuestras identidades sudacas tanto y tan golpeadas, logrando temerle a lo que nos une, a lo que es nuestro y ahora es otro.


Cuando el primer levantamiento de la Mama que recuerdo, un estornudo furibundo del Océano que llaman Tsunami en las costas de Indonesia y Tailandia, en el año 2004, las tribus de recolectores-cazadores que aún resistieron a convertirse en croupiers y en lavacopas, oyeron el alarmante trinar de los pájaros, olieron el sudor extraño de la tierra, entendieron el crepitar del acontecer enrarecido, y huyeron.


Dicen que murió mucha gente. Que desaparecieron muchas viviendas y lugares de comercio. Que la ola arrasó con todo lo que oliera a humano. Que muchas terribles pérdidas fueron resorts y spas. Que muchas, muchas víctimas, fueron extranjeros vacilando en las bellísimas islas de Andaman y Nicobar.


Y sin embargo, Jarawas, Onges, Sentineleses, Gran Andamanes, Shompens y Nicobareses, todos ilesos. Fervientes amantes de la Mama, resistiendo día tras día, año tras año, siglo a siglo la amenaza civilizatoria que diezmaba sus calmas apacibles (reaccionaron algunos lanzando flechas a los helicópteros de rescate), escucharon el soplido de Godzilla anunciando su venida.


Temerosos y dolientes, solo Bush tiene en su hangar el boleto a la Luna. Nosotrxs, ¡a recuperar lo que nos quitó el Gran Miedo y lo que me ha dicho nos guardó la Mama!




Dedicado al pánico histérico de por estos días terribles.